domingo, 17 de junio de 2012

LA FIESTA DE LOS MÚSCULOS

Pobre del titiritero que creyó que a través de su pensamiento daba vida al cuerpo del muñeco. Pobre del espectador que se detiene en la manos humanas como queriendo develar un truco. Como si los movimientos no tuviesen resonancias y vibraciones que repercuten en uno y otro al punto de preguntarse quién maneja a quién o, más aún, si se puede distinguir pensamiento de cuerpo. Así lo entendió el escritor Heinrich Von Kleist en su ensayo “Sobre el teatro de marionetas”: el muñeco no es sustituto ni representación del hombre. No se trata de que el titiritero accione los hilos para producir un movimiento. Son encuentros de cuerpos desde sus centros de gravedad, donde la relación dominante – dominado se invierte en forma permanente.    
  La bella hipótesis de Von Kleist no impidió que, a los 34 años, planificara meticulosamente cómo desorganizarse. Disparó contra su novia, enferma de cáncer en etapa avanzada, y luego se suicidó. Para ellos, el romanticismo no era un ideal, sino, como todo pensamiento, una fiesta de los músculos.